Habían
acordado no contarse nada de su pasado. Habían decidido mantener su amor como
si fuera el primero. Para no hacerse daño. Para no crear comparaciones. Hasta
que ella, una noche, pronunció un nombre de varón mientras dormía. Volvió a
hacer lo mismo la noche siguiente, con otro nombre distinto. Y la siguiente. Y
la otra. Poco después, él la abandonó, sin decir nada, comido por los celos de
los que creía antiguos amantes. Y ella se quedó sola, sin saber qué nombre
ponerle al niño que llevaba dentro.
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