jueves, 4 de agosto de 2016

La trampa del amor

Conoces a alguien. Da igual dónde, y casi seguramente también cómo. Sin apenas tiempo para la reacción se produce una conexión. Conectáis. De la nada ha aparecido un vínculo entre dos personas, en parte atracción, en parte simpatía y quizá también en parte afinidad. Pero sobre todo atracción. Y esa atracción se va retroalimentando, el uno del otro. En las palabras, en las miradas y en las caricias. Dos discursos que buscan mezclarse para convertirse en uno. Dos posiciones separadas que intentan ofrecer aquello que más se acerque a lo que la otra espera. En buen número de ocasiones las dos partes acordarán dar un nombre a todo el proceso. Basta con cuatro letras, amor, le dirá una voz temblorosa a un oído expectante. Y ese oído acabara haciéndose a esa voz. Le será conocida. Le tranquilizara. Le animara. Hasta llegará a creer que es parte de él. Que le pertenece. Y será entonces, inocente buceador en aguas de cuatro letras, cuando olvide el origen de la voz. Un minucioso sesgo del otro yo, una cara de un poliedro doctorada en relaciones públicas que cumplió perfectamente con su misión. Pero hay más caras. Así que el oído empezará a oír otras voces. Casi imperceptibles al principio. Insignificantes. Pero imparables. Y poco a poco se irán haciendo reconocibles algunas palabras. Luego conversaciones enteras. Y será la misma voz la que hable. Pero será otra cara del poliedro la que lo haga. La cara de los amigos, la cara de la familia, la cara del trabajo, la cara que habla con un desconocido en nuestra ausencia. Incluso la cara que está sola, la que no habla con nadie. Todos esos lados irán haciendo su aparición. Unos más temprano, otros tardarán un poco más. Y es posible que no nos gusten. Que la figura resultante no tenga mucho parecido con la figura que nosotros conocíamos. Una figura que casi creíamos nuestra, y de la cual sólo sabíamos una cara. Y echaremos la culpa a esas cuatro letras. Las haremos responsables de nuestra parcial ceguera. Nos proclamaremos víctimas de la trampa del amor. Pero no nos dejemos engañar. No eludamos nuestra parte de culpa. No ignoremos la mano que nos puso la cinta en los ojos, nuestra propia mano. Porque... ¿acaso alguien tira un dado pensando que sólo existe la cara que cae boca arriba?

Publicado en La Locomotora
http://lalocomotora.es/la-trampa-del-amor/
Ilustración de Marcus Carús 
http://marcuscarus.com/

miércoles, 27 de enero de 2016

Azulejos (microrrelato)

Tumbado en la cama del hospital, la víspera de su operación, se dio cuenta de que no había terminado nada en su vida. No terminó la carrera, porque tuvo que ponerse a trabajar. Tampoco el curso de inglés por correspondencia que con tanto ímpetu había empezado. Ni siquiera el huerto que había comenzado en la casa del pueblo. Y mientras pensaba en todo esto, se fijó en el mosaico de minúsculos azulejos que cubría las paredes de la habitación. Cuando sus familiares fueron informados, no supieron explicar por qué había mencionado, sonriente, una cifra de cuatro dígitos antes de entrar al quirófano.

 


lunes, 18 de enero de 2016

Caminos opuestos (microrrelato)

(Finalista del I concurso de microrrelatos de RTVE.es)

Habían decidido separarse, y comenzaron a andar en direcciones opuestas, con la esperanza de que el destino volviese a juntar sus caminos. Cuando años más tarde se encontraron en el otro extremo del planeta, ninguno de los dos supo reconocer al otro.

 

sábado, 16 de enero de 2016

El hueco del ascensor (microrrelato)

Juan, vecino del séptimo, consiguió un lunes por la mañana abrir la puerta del ascensor, que estaba en la décima planta, y tirarse por el hueco. Al poco tiempo, los vecinos que bajaban hasta el garaje empezaron a comentar que debían salvar un pequeño escalón al salir del ascensor. No fue hasta que empezó a sonar a crujir de huesos que llamaron al técnico.