domingo, 31 de agosto de 2008

Vertical, siete letras: abertura en la pared (I)

Lunes, 18 de octubre de 1.999

Empieza a hacer frío, los días son cada vez más cortos. Creo que es hora de que empiecen a poner la calefacción, no me gusta andar por casa con cuatro jerseys encima, me siento torpe, como si fuera un muñeco al que han hinchado demasiado.

Jueves, 21 de octubre de 1.999

Las cinco de la tarde. El parque está lleno de niños que acaban de terminar su ración diaria de educación colectiva. Las madres (y algunos padres) charlan tranquilamente en los bancos, creyendo así estar al tanto de cualquier peligro que pudiera ocurrir a sus pequeños. Estos, ajenos a la presencia de nadie más que ellos mismos, acaban por organizar un partido de fútbol con dos columpios como improvisadas porterías. Los equipos: niños contra niñas. Inmediatamente, los niños han empezado a abusar de su superioridad, dejando en evidencia a unas niñas que corrían detrás del balón sin acertar a tocarlo más de dos veces seguidas. Entonces, después de unos diez minutos, los muchachos han empezado a aburrirse de la situación y uno ha gritado: “El que meta gol gana”. En ese momento, el balón ha caído a los pies de una chiquilla llena de rizos rubios, más pequeña que los demás. Sin levantar la vista del suelo, y asustada por la presencia de la pelota bajo sus pies, ha soltado una patada que la ha elevado por encima de cuatro chicos y ha ido a alojarse directamente por el hueco del columpio que había estado intacto durante todo el partido. Mientras los chicos se miraban incrédulos, todas las niñas han saltado de alegría al mismo tiempo que la palabra “¡Gooool!” llegaba hasta los oídos de los mayores que han mirado sorprendidos la escena. Con una amplia sonrisa en la boca, he cerrado la ventana y he ido a prepararme un café.

Sábado, 23 de octubre de 1999

Menos mal, si no fuera por la colección de cintas que he ido acumulando durante estos años, no podría ver nada decente en televisión. Es casi una utopía pensar que vayan a poner algo como “El buscavidas” o “Perversidad”, y además el vídeo no parece quejarse por hacerlo trabajar hasta las 4 de la noche.

Martes, 26 de octubre de 1.999

Anoche soñé con el mar, y me gustaba. Estaba solo, toda la playa era para mí, y no se parecía nada a la última vez que recuerdo haber estado allí. Debió de ser con mis padres, hace 15 o 20 años. Pero aquello no tenía nada de la libertad o excitación que llenaban mi sueño, hasta tal punto que creo que he mojado la sábana.

Miércoles, 27 de octubre de 1.999

Vertical, cinco letras: que puede obrar por voluntad propia

Viernes, 29 de octubre de 1.999

Hoy ha vuelto a pasar, hacía días que no la veía, pero sólo con unos segundos es suficiente. A veces.

Sábado, 30 de octubre de 1.999

Me encanta la lluvia. Su sonido, su olor, hasta el color con el que lo impregna todo. Cuando llueve y me quedo ahí mirando tengo la sensación de que es algo artificial, creado solamente para mi disfrute, como si los demás no pudieran percibirlo de la misma manera. Es un placer sacar la cabeza, empaparte, y a la vez saber que nada malo te puede pasar. Como si te metieras de lleno en algo prohibido, pero con la seguridad de que una vez dentro, todo sigue igual.

Lunes, 1 de noviembre de 1.999

El suelo está lleno de hojas, pero los niños siguen jugando igual, ajenos a los cambios atmosféricos.

Jueves, 4 de noviembre de 1.999

Nunca he sido lo que se dice un chef en la cocina, pero con el paso del tiempo, y siguiendo los consejos de una vieja guía de cocina, uno acaba aprendiendo a hacer cosas un poco más elaboradas. Al menos eso es lo que parecía el pollo al curry que preparé anoche. Lástima que no tuviera invitados a cenar...

Viernes, 5 de noviembre de 1999

Muchas veces, mientras disfruto de las vistas que tiene esta casa (nunca he llegado a pensar en ella como ‘mi’ casa), me pregunto si no sería el destino el que llevó a mis padres a comprar este piso. Porque la verdad es que ellos vivieron siempre de espaldas al parque y nunca parecieron prestar mucha atención a su agitada vida, así que deduzco que la ubicación no fue un elemento determinante en la elección.

Sábado, 6 de noviembre de 1999

Horizontal, siete letras: providencia, suerte, fortuna

Lunes, 8 de noviembre de 1.999

Me hacía falta una sudadera, porque los jerseys que tengo son delicados, y siempre me ha fastidiado mucho que la ropa se estropee. Prefiero darla cuando ya no se usa, cuando ya no te gusta, pero no soporto tener que tirar algo porque se haya roto o estropeado. Es como la diferencia entre un adiós y un hasta luego, supongo. En fin, que la sudadera me queda bien. Aunque es más estrecha de lo que yo pensaba, está claro que es mi talla.

Lunes, 15 de noviembre de 1.999

Miles Davis grabó “Kind of blue” en los estudios Columbia, en Nueva York, los días 2 de marzo y 22 de abril de 1.959, con la ayuda de músicos tan prestigiosos y geniales como John Coltrane (saxo), Bill Evans (piano) o Paul Chambers (bajo). Y de nuevo, otra vez más, basta con que vibren las primeras notas del disco para que una atmósfera de perfección se apodere de toda la casa. El mundo, pues, parece cobrar sentido. Y también yo dentro de él.

Viernes, 19 de noviembre de 1.999

Por la mañana han llamado por teléfono. Me he llevado un buen susto, pero sólo se trataba de una encuesta que ha acabado transformándose en un intento de venderme unos cursos de inglés. Aún así, la chica tenía una voz muy agradable, y no me ha costado nada hablar con ella durante casi 10 minutos.

Lunes, 22 de noviembre de 1.999

Me he constipado. Cuando tienes esta enfermedad, es lo primero que descubres nada más despertarte por la mañana. Antes de abrir los ojos, ya sabes que está ahí. El dolor en la garganta que hace imposible tragar lo que aún no has comido, la nariz congestionada como si durante la noche alguien te hubiera puesto algo ahí que no estaba al acostarte... Son las señas inequívocas de que el día se va a hacer más cuesta arriba de lo que ya uno esperaba.

Miércoles, 24 de noviembre de 1.999

Se llamaba Elena. Sí, claro, Elena. ¿Cómo iba a olvidarme? Debíamos de tener unos doce años, cuando la curiosidad aviva la mente en busca de las respuestas a todo lo que no entendemos. Sólo que esta chica no tenía límite. Recuerdo días en los que me seguía a todas partes, en los recreos o después de clase, siempre unos pasos por detrás, preguntándome todo tipo de cosas. A mí no me molestaba especialmente. Era algo inofensivo, su tono nunca variaba, nunca se mostraba hostil o agresiva hacia mí. Sus preguntas, a base de ser repetidas cientos de veces, carecían ya de significado alguno. Pero ella no se daba por vencida, y un día u otro siempre volvía a acercarse. Me gustaba que dijese mi nombre. Siempre empezaba sus frases con “oye Tomás...”, lo cual hacía de alguna manera más audible todo lo que venía detrás.

Sábado, 27 de noviembre de 1.999

Es realmente increíble lo que puedes encontrar por internet. ¡¡Hoy he llegado a una página donde puedes comprar cadáveres por correo!! Y por supuesto, los tienes de todos los tipos y tamaños. Lo que no especifican es si admiten devolución en caso de que el producto sea defectuoso...

Miércoles, 1 de diciembre de 1.999

Esta mañana ha pasado algo curioso. Estaba sentado delante del ordenador, jugando con mi pie derecho. Más concretamente con la zapatilla que abrigaba mi pie derecho. Y de repente, entre los dedos he notado algo molesto, que rápidamente ha causado una brevísima sensación de desasosiego que no ha durado más de una fracción de segundo. Un hilo. Un simple hilo que colgaba deshilachado de la zapatilla. Inmediatamente, he dejado a medias lo que estaba haciendo y me he levantado en dirección a las tijeras más cercanas... ¡zas! Un corte seco y rápido ha acabado con la fuente de mi malestar en un momento. Y acto seguido, como haciendo resumen de la secuencia, me he dado cuenta de lo ridículo de mi reacción. ¿Qué molestias podía ocasionarme un inocente hilo que se había salido de su curso establecido cuando las zapatillas fueron fabricadas? Ninguno. Era una preocupación inútil. Y sin embargo, algo dentro de mí me hizo reaccionar como si se tratara de un asunto de vida o muerte. ¿Qué sería si finalmente todo el mundo tuviera esta decisión frente a las cosas serias, grandes, importantes, y no la emprendiéramos solamente con el hilo de la zapatilla?

Domingo, 5 de diciembre de 1.999

Acabo de ver ‘Titanic’, con todos sus once Oscars, y no me ha parecido gran cosa. A veces me gustaría poder disfrutar de las cosas como el resto de la gente. Sin peros, sin preguntas, aceptándolas tal y como son. Todo sería mucho más fácil.

Miércoles, 8 de diciembre de 1.999

Dos brazos. Dos piernas. Dos ojos. Una nariz. Una boca. Unos labios. Unos labios carnosos, que invitan al roce tanto como asustan por perfectos y sobresalientes. Un cuello, que deja de ser articulación entre el cuerpo y la cabeza para ser un fin en sí mismo. Dos senos. Senos grandes, pequeños, redondos, puntiagudos, firmes, caídos, pero siempre dos. Como las dos manos que esperan en sus cuencas el tacto suave de un premio nunca suficientemente merecido. Unas caderas, unas nalgas, unos muslos, unas ingles, y por fin, entre todos ellos, un sexo. Un epicentro (por mucho que la Real Academia siga intentando infravalorarlo al mantenerlo aún en el anonimato) de un viaje aún desconocido que calmara al fin esta sed de deseo.

Jueves, 9 de diciembre de 1999

Horizontal, seis letras: cinta o casette que aún no ha sido grabada por primera vez.

Viernes, 10 de diciembre de 1999

Estaba cesando de llover. Justo en esos momentos en los que el agua en forma de gotas ya no puede siquiera estropear el peinado más delicado, y en los que sin embargo los paraguas siguen luciéndose en todo su diámetro hasta que una mano sale de ellos para comprobar el final de su utilidad. Y entonces ha pasado esa niña. Sola, recién salida del colegio, y con más que probable dirección a casa. En mitad de su trayecto, como siguiendo un guión ya escrito, ha comprobado que no tenía nadie alrededor y ha girado sobre sí misma, balanceando a la vez el paraguas, y sin perder el rumbo que llevaba sobre la acera. Animada por su atractiva cabriola, unos metros más adelante ha apoyado el paraguas abierto en el suelo y lo ha hecho girar mientras ella lo rodeaba para seguir con su camino. Finalmente, y antes de desaparecer de mi vista, ha acabado su improvisado número juntando los dos talones en el aire de un salto. Y tras una inicial vergüenza al sentir que observaba algo en cierto sentido privado, la graciosa coreografía me ha hecho reír en voz alta como hacía tiempo que no sucedía.

Domingo, 12 de diciembre de 1.999

Me duelen los codos. Hoy he estado por lo menos cinco horas ahí apoyado. Como si no pasara el tiempo. Como si estuviera en otro sitio, en muchos sitios diferentes, con muchas personas diferentes.

Lunes, 13 de diciembre de 1.999

Vertical, nueve letras: dícese de la sustancia que puede sustituir a otras de calidad superior por tener propiedades parecidas.

Miércoles, 15 de diciembre de 1999

Una por la mañana y otra por la noche. Son los mejores momentos. Una te prepara y la otra te separa definitivamente de ese viaje diario que son los sueños. Y sí, hay mañanas en las que olvidar lo antes posible los rastros del subconsciente se convierte en la primera obligación del día. Así que a veces, y como si tuviera un mayor efecto limpiador, me quedo hasta media hora debajo de un chorro de agua bien caliente a presión. Cuando sales de allí, toda una vida renovada está esperando al otro lado de la puerta del baño.

Sábado, 18 de diciembre de 1.999

Hoy el parque está lleno de botellas de cristal rotas. Las mismas que anoche vi vaciar y tirar una por una. Por supuesto, ni por un momento pensé en llamarles la atención. A mí me bastaba con mirarla. María. Mariola, así la llaman.

Martes, 21 de diciembre de 1.999

La Navidad está aquí. Todos los años igual, me pilla de sorpresa, como si cuando me diera la vuelta estuviera allí, mirándome cara a cara, y riéndose de mí. Aún así siempre consigo que no sea algo tan horrible. De hecho, y aunque mi espíritu navideño esté cada vez más bajo, sigo conservando esas tradiciones: me como las doce uvas, gasto una pasta en regalos, y hasta alguna vez me sorprendo a mí mismo cantando villancicos...

Miércoles, 22 de diciembre de 1.999

No me gusta que a las seis de la tarde ya sea de noche. Eso implica que, aún siendo fin de semana, a estas horas no queda casi nadie en la calle. Y mis días son por ello también más cortos; aunque no tienen menos horas, sí parece que les falta algo.

Jueves, 23 de diciembre de 1.999

Vertical, ocho letras: estación más fría del año.

Viernes, 24 de diciembre de 1.999

Recuerdo siempre a mi madre, esta noche, cogiéndome con fuerza a su lado, como si me protegiera de las posibles miradas o comentarios de cualquier miembro de la familia que se sentaban en torno a la mesa de la abuela, intentando demostrar cuál de ellos era el más gracioso, el más ocurrente, el más importante. Y mientras tanto, yo sólo deseaba que la cena llegara a su fin lo antes posible.

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